Durante el año 2020 la música popular compartió un mismo escenario: la peste y la incertidumbre ante un virus de impacto global. Este libro recupera el relato de músic💣s y creador😻s que desde Chile, Argentina, España, Alemania y Suecia vivieron esa experiencia, además de reflexiones sobre figuras que se piensan lejanas u opuestas (como Britney Spears y Ryuichi Sakamoto), pero que desde hoy viven bajo el nuevo pulso de la pandemia.
Participan: Single (España); Algora (España); Lucrecia Dalt (Alemania); Leo García (Argentina); Carisma (Argentina); Talisto (Suecia): Entrópica (Chile); Florencia Lira (Chile): Diegors (Chile); Corderolobo (Chile) y Soledad Vélez (España).
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TALISTO Y LA BÚSQUEDA DE UNA VOZ
En un mundo cada vez más dominado por la música de
baile de raíz latina, el proyecto del chileno Gonzalo Vargas
es un ejemplo de pop capaz de convencer a seguidores
de Bud Bunny o Tomasa del Real. Bajo su alias Talisto, el
periodista radicado en Estocolmo publicó el EP “Síntesis
Morena” (2018), disco con el que pensaba recorrer el sur y
el norte del planeta durante 2020. Una obra marcada por
su historia en Europa y también por su pasado en Osorno
y las calles de Santiago.
Pero la historia musical de Talisto comienza en 2010,
cuando decidió emigrar a Suecia, pese a disfrutar del éxito
que por ese entonces conseguía junto a Adrianigual. “Me
considero un exiliado romántico y económico. Me vine
a probar suerte, me enamoré y me terminé quedando”,
recuerda sobre su partida. Instalado en Estocolmo,
comenzó a colaborar con otros latinos y migrantes,
ampliando su circulo de influencias e intereses. “Conocí a
Dinamarca, que es un productor chileno-sueco con el que
sigo trabajando, y después a la Tomasa del Real y a Ms
Nina. De hecho, ellas me motivaron a sacar mis propias
canciones después que les mostré mis demos”, añade
sobre las colaboraciones que hizo con las cantantes.
En paralelo, y gracias a su trabajo como gestor cultural
en la Casa de la Cultura de Estocolmo, Talisto accedió en
2019 al archivo de vinilos grabados por exiliados durante
los setentas que permanecían en ese centro. “Fue hermoso
encontrar todo el material que había de la época que acá se
conoce como Solidaridad, cuando se recibieron a exiliados
chilenos y se apoyaba la causa contra la dictadura. Eso
generó un movimiento muy fuerte que aún pega mucho
en la memoria colectiva. Con Dinamarca comenzamos
a trabajar en esas grabaciones, interviniéndolas hasta
componer Andina Gótica, una canción que íbamos a sacar
justo antes del estallido social”, cuenta.
“Pasó lo del 18 de octubre de 2019 y pensé que era el
momento preciso para sacar algo así, para sacar a relucir
la presencia de los chilenos acá. Si bien somos muchos,
siento que hoy no se habla de eso en Suecia. Ahora sólo
se habla de Chile cuando hay terremotos. Pero fue tan
fuerte el shock de ver que los pacos estaban dejando ciega
a la gente, que no pude sacar nada. Empecé a pensar que
no tenía sentido sacar un tema así sobre una parte de la
historia que ahora a nadie le importa”, agrega.
¿CÓMO VIVISTE TODO LO QUE PASÓ EN CHILE
DESDE EL 18 DE OCTUBRE DE 2019?
Con el que más hablaba era con el Diego Adrián
(Adrianigual), que vive en la Villa Olímpica. De primera
fuente vi todo lo que estaba pasando. En Suecia también
hay muchos chilenos que mantienen contacto con sus
familias, entonces hubo una repercusión inmediata de
videos, chats, noticias. Fue como una bomba atómica.
Todo era tan gráfico y visual, tan instantáneo, que
generaba mucha incertidumbre. En mi cabeza era casi
un golpe militar. Con los meses te das cuenta de que no
es que Piñera mandara a matar gente, pero lo parecía.
Había mucha desinformación, miedo, angustia. Al final la
pregunta era a quién creer. Mi contacto era mi familia, que
es del sur, de Osorno. Ahora tengo una relación de amor
y odio con saber lo que pasa en Chile. Me cuesta mucho
encontrar información que no sea Emol o La Tercera. Para
la dictadura mis viejos decían que en la Bío-Bío se podían
escuchar noticias más parciales o neutras. Pero después
de octubre quedó claro que ninguno estaba informando de
manera sobria, actualizada o a la par de mis valores.
¿TE LLEVÓ A RECORDAR ALGO DE TU INFANCIA,
DURANTE LOS OCHENTAS?
Si bien nací en 1984 no tengo muchos recuerdos de esa
época. Lo único que recuerdo es que en mi casa para el
plebiscito de Sí y el No estaban todos felices, comiendo
empanadas. Y al final uno se va haciendo una historia a
partir de esas imágenes; te haces una idea de cómo fue
y de lo importante que fue. Tengo familiares que fueron
torturados y exiliados, que son muy cercanos a mí. Eso
te va generando una historia y te forma como persona. Y
viendo lo de octubre me daba miedo que el poder militar
volviera, porque siempre ha estado presente, aunque sea
en las sombras. Tenía miedo de que las cosas se fueran a
la mierda nuevamente.
¿TE HACÍA SENTIDO ESA IDEA QUE SE INSTALÓ DE
“SE VEÍA VENIR”?
Todos pensábamos que (el estallido) tarde o temprano iba
a pasar, pero a todos nos pilló por sorpresa. No quiero
cantar victoria tampoco, aún es temprano, pero seguro
traerá consecuencias. Más allá de las demandas sociales
y las soluciones, el problema para mí es la desigualdad y
la desconfianza entre la gente. ¿En quién creer? Esa es
la gran pregunta. Estuve en marzo del 2020 en Chile y fue
bacán ver la intención de generar colaboratividad en los
cabildos o juntas de vecinos. Eso es algo que en Suecia no
existe, es una sociedad que ya está en otra. Acá murieron
las causas colectivas. Me gustó mucho ver que en Chile
había una esperanza de generar oportunidades a través de
la acción colectiva. De todas formas, soy muy cauteloso,
porque no me extrañaría que los fachos se organicen ante
los cambios, como los hijos de los nazis alemanes del sur.
Eso yo lo vi, existe, es latente. Tienen el poder económico
y militar. Chile nació como un regimiento y lo sigue siendo.
Kast quizás no es tan gravitante como un Kast de Suecia,
pero eso no quita que exista y esté presente en Chile. Así
que veo con esperanza la voluntad de la gente de unirse y
luchar, porque todos están sufriendo de la misma manera.
Esa es, quizás, una ventaja de que el neoliberalismo
en Chile sea tan brutal; es tan tangible que obviamente
genera empatía entre la gente que está sufriendo, que es
mucha. Es tan heavy el experimento económico que se
implantó, que es muy difícil que algo sea peor de lo que
ya es. Sin duda me genera distancia el panorama político,
los cambios tomarían mucho tiempo y no sé si la gente
tiene tanta paciencia. Nunca había pasado que las masas se manifestaran así, pero es por el sistema de mierda que
nos tocó.
¿CÓMO ES TU RELACIÓN CON CHILE ACTUALMENTE?
Después de estar tanto tiempo afuera, cuando vuelvo a
Chile no me siento en casa. El estar en otro país te permite
ver que está muy mal pelado el chancho y que ya no eres
parte de ese sistema. Para bien y para mal. Estando acá
me volví súper antinacionalista. Eso no quiere decir que
no esté orgulloso de dónde vengo. Sé quién soy. Pero no
creo en el estado nación chileno; eso es un tongo, una
mentira, un chiste. Me siento sureño y el sur también es
súper facho. Es un fascismo que da miedo. Acá en Suecia
también hay un fascismo heavy, la ultraderecha está muy
presente y no me extrañaría que ganen las próximas
elecciones.
Motivado por la buena acogida de “Síntesis Morena”, Talisto
programó para 2020 el ambicioso tour “La voz del sur”,
con fechas en Chile, Argentina, Uruguay, España, México
y Estados Unidos. Sus shows comenzaban en marzo, pero
tras los cierres de las fronteras y el inicio de la cuarentena,
su viaje quedó detenido. “Siempre estiré el elástico
pensando que no iba a pasar nada en Suecia. En febrero
pensaba que si los chinos estaban conteniendo el virus, se
iba a quedar ahí. Pero no fue así. Quizás fue un poco por
negación, porque no había pasado nunca parecido. Acá lo único que se tenía como referente era la fiebre española,
pero eso fue en 1918”, dice desde Estocolmo.
¿CÓMO VIVISTE LOS PRIMEROS DÍAS DE PANDEMIA,
EN DONDE TODO ERA NUEVO?
Lo malo fue que coincidió con mi tour. ¡Y justo que nunca
toco en vivo! Se fue todo a la chucha. Alcancé a tener
un par de fechas en España y Santiago los primeros
días de marzo, pasándome todos los rollos posibles. En
el show en Santiago, que fue en el Mamba, llegaba el
efecto de la lacrimógena desde la calle, porque la gente
seguía protestando. Después las fechas en Argentina se
pararon. Y el resto ya es historia. Me fui a Osorno, a ver a
mi familia. Fue bacán estar con ellos. A mis papás también
les hizo bien. Mi mamá acababa de jubilar y mi papá que
es profesor, estaba sin clases. Era como una onda fin del
mundo, pero todos juntos.
¿FUE FRUSTRANTE PARAR TODO LO QUE TENÍAS
PLANEADO?
Que no funcionara el tour me dolió, obvio, seguramente
hubiese sido increíble. Pero confío en que la música sigue
y parece que la gente aún escucha mis canciones. En el
plano personal me hizo muy bien quedarme con mi familia.
Después, en abril logré volver a Suecia, en un viaje súper
largo.
¿CÓMO FUE ESE RETORNO A EUROPA?
Cuando llegué a Europa era como estar en una película
distópica. Los aeropuertos parecían un pueblo fantasma.
Pero después, al llegar a Suecia me encontré con un
panorama muy distinto. Acá no habían hecho cuarentena
y la gente no ocupaba mascarilla. Ahora anda menos
gente en la calle, pero todo funciona igual y todo está
abierto, los bares, las tiendas, todo. Recuerdo que igual
había una paranoia y un miedo, pero los suecos no
hacen nada si no les dan la instrucción de hacerlo. Así
que la gente que empezó a morir al principio fue gente
mayor y pobre, además de los migrantes que viven más
hacinados y que no pueden hacer distancia social ni hacer
cuarentena, porque tienen que trabajar. Pasa que acá hay
un sistema neoliberal que se instaló muy fuerte en los
noventas, cuando volvió a ganar la derecha. Se nota en
la educación, las pensiones y en la atención a la tercera
edad. Es bastante menos brutal que en Chile, pero es
parecido a nivel ideológico. Por ejemplo, el tema del lucro
acá es igual que en Chile. Entonces como el cuidado de
los ancianos se privatizó, los que más se vieron afectados
fueron los ancianos pobres.
DESPUÉS DE TODO LO QUE HA PASADO, ¿CUÁLES
SON TUS AMBICIONES CON LA MÚSICA QUE ESTÁS
HACIENDO?
No sé si es porque soy del sur o por no contar con una
formación académica, pero no me siento alguien caído
del cielo con un mensaje para el mundo. Lo que más me
importa es quedar satisfecho con la música que hago, y si a la gente le gusta, tanto mejor. ¿Vivir de la música?
Con el coronavirus eso suena aún más lejano. Pero creo
que he logrado conocer cómo quiero que mi música
suene. Al mismo tiempo pienso que ya no soy tan joven.
Tengo treinta y cinco años. A esta edad dejas de estar
desesperado. Hoy me siento cómodo con el conocimiento
que tengo y en cómo logro hacer que suene mi música.
Sí, me gustaría seguir haciendo música, porque siento
que es la forma en que me expreso mejor, pero me cuesta
explicar la repercusión que mi música tiene en los demás.
No es algo que pueda manejar. Saqué un EP en 2018
y siento que recién ahora las cosas comienzan a gustar
o funcionar. Además, no tengo la pasta para apelar a la
masividad o al sentir popular. Reconozco que es muy
lindo cuando a alguien le gusta la canción que hice solo
en mi pieza, pero me gusta ver y pensar que sucede de
manera espontánea. A eso se suma que yo nunca he
tenido ni manager ni nada. Siempre he escuchado malas
experiencias de ese mundo de los representantes, pero sé
que es la forma para llegar a ser una “nueva estrella”. Al
final es una lotería, porque no sabes a dónde vas a llegar.
Es una incertidumbre, pero me gusta.
Valor del libro $8500 CLP ($11000 con envío dentro de Santiago)